Misión Rango D

El viento estaba en calma, las nubes aplacaban el calor del sol, era un día agradable para pasear en la Aldea Oculta en la Arena. Pero una jovencita tenía un inconveniente, quería pasear a su mascota, un perro con el fino pedigree, pero su madre le había encargado hacer las compras luego de que volviese de la Escuela. La solución fue contratar por una cierta suma de dinero a un ninja novato que lo pasease, el pobre can llevaba días encerrado en la casa restringido a las estancias que le habían designado los padres de la chica. El afortunado, o desafortunado, era Aka Kayuma, un Genin recién graduado de la Academia.

El día era propicio, pero las circunstancias jugaban en contra del joven shinobi. El fino perruno era conocido por algunos Genin más experimentados como juguetón y travieso. Otro Genin pasó por el lugar en que estaba entrenando y le llevó la nota del pergamino en que estaba la dirección del sitio a dónde debía ir. La risa contenida, pero mal disimulada por el otro, le daba mala espina. Su estado era algo lamentable, pero cuidar de un perro y llevarlo a pasear no sería nada fuera de lo común. Así que a pesar de el cansancio que tenía se dirigió directamente a la casa donde vivía la familia de Lilly, que era como se llamaba la señorita en apuros.

Las fachas del Genin no eran de desear, más parecía un vago y pendenciero que se la pasaba en peleas callejeras, o eso pensó la acomodada señorita al ver a quién enviaron. En definitiva se quejaría luego con el encargado de repartir las misiones, no esperaba un flamante Jounin pero parecía que le hubiese mandando a la peor basura de Genin que hubiesen encontrado. Las ropas llenas de sangre aparentemente del mismo Genin al menos atrajeron la atención del olfato del problemático can. Una mirada ligeramente de prepotencia le dirigió la joven mientras le ponía la correa en el collar al canino y se la pasaba al Genin, no se fiaba mucho pero debía de ir a hacer las compras o recibiría un fuerte regaño.

El chico hizo caos omiso de las miradas, y aguantó la advertencia, que más parecía un regaño, en que la jovencita prácticamente le decía que el perro que iba a pasear era tan valioso que valía más que un Genin que se presentase a una misión en tales fachas como lo estaba haciendo él. Sin esperar a más, salió cerrando la puerta con malhumor y dirigiéndose hacia el lugar dónde debía de realizar las compras. El perro intentó salir detrás de su ama y amiga, pero la mano del Genin sujetando firmemente la correa se lo impidió. Tendría que caminar a su lado o quedarse quieto, el can estaba contrariado por la frialdad con que le trataba el chico con quien le había dejado Lilly.

Llevaban rato caminando por una de las escasas zonas verdes en Suna, un pequeño parque mantenido con mucho esfuerzo y que los cuantiosos aportes de los más adinerados lograban mantener, pese a ser de disfrute de todos los ricos lo mantenían por al capricho de tomar un picnic o leer un libro bajo la sombra de una acacia de copa plana. El pequeño lago que contribuía a mantener perennemente verde el césped fue demasiada tentación, con los gansos enanos, que se refrescaban fuera de su habitat natural allí, para ser perseguidos siguiendo su instinto animal le hicieron perder la orden visual y física del Genin.

Le tomó por sorpresa, pensaba que el animal ya estaba domado, pero en un reflejo instintivo se echó a correr con toda su fuerza bruta hacia las pobres aves. El Genin trató de seguir su el paso pero el animal era aun más veloz que él, tanto que terminó haciéndole resbalar y caer. Como u peso muerto el shinobi ralentizó la huida del perro peor este siguió tirando y ahora adentrándose al lago. Afortunadamente para Aka no habían piedras, pero harto del actuar del animal enfocó un poco de su chakra y empezó a hundirse en el agua y luego en la tierra, arrastrando al animal consigo.

La pobre mascota estaba asustada chapoteando al sentir como si de repente la orilla del pequeño lago fuese el punto más bajo de un extenso río. El Genin volvió a salir de bajo la tierra y el agua y le sacó del lago. Una vez en tierra seca le dirigió una fulminante mirada, su ropa estaba húmeda, al menos ya no tenía los rastros de sangre peor olía a una mezcla de pasto recién cortado y barro húmedo.

El can compungido no volvió a dar más lidia. Cuando fue a regresar con su dueña a la hora estipulada para devolverlo, había podido quitarle la correa incluso; el canino le había tomado respeto al ninja y no se atrevía a apartarse de su lado luego del accidente en el lago en que sintió casi perder la vida. Esto sorprendió a la chica, y le hizo desistir de poner una queja. Nunca había podido sacar fuera de casa a su amigo labrador sin la correa que evitaba sus juguetones arranques.